lunes, 11 de diciembre de 2006

Un hábito social?

27.¿Un hábito social?

Más de diez millones de personas han dejado de fumar en el Reino Unido
desde los años sesenta, debido a la revolución social que ahora también está
ocurriendo en España.

Ya sé que los motivos principales que empujan a la gente a dejar de fumar
son el dinero y la salud, pero estos motivos han existido siempre. No hace falta
que nos asusten con historias de cáncer y demás para darnos cuenta de que el
tabaco nos perjudica. Nuestro cuerpo es la máquina más sofisticada que existe,
y todos los fumadores saben inmediatamente, desde la primera calada, que los
cigarrillos son venenosos.

Nos enrollamos con el tabaco, sólo por la presión social de nuestros
amigos. La única «ventaja» que tuvo el fumar era su aceptación social.
Hoy en día, hasta los propios fumadores lo consideran un hábito antisocial.

Hace años, el hombre fuerte fumaba. Si no fumabas, se te consideraba
mariquita, y todos hicimos un gran esfuerzo para engancharnos. En todos los
bares y salas de reunión la mayoría de los hombres inhalaban y expelían
orgullosamente sus bocanadas de humo. Había una nube permanente de humo
en el aire, y todos los techos que no se repintaban con frecuencia se tornaban
amarillentos o marrones.

Ahora es todo lo contrario. El hombre fuerte de hoy no necesita fumar, no
tiene que depender de una droga.

Con esta revolución social, todos los fumadores hoy en día piensan
seriamente en dejarlo, y al que fuma se le considera una persona débil.
La tendencia más significativa que he notado, desde que escribí la primera
edición de este libro en 1985, es el énfasis en el aspecto antisocial del fumar. Ya
han desaparecido los días en que el cigarrillo era la señal orgullosa de la señora
sofisticada o del hombre duro. Todos saben ahora que la única razón por la que
la gente sigue fumando es porque no ha tenido éxito en dejarlo o que tiene
demasiado miedo para intentarlo
. Cada día, el fumador se ve censurado por
prohibiciones en el trabajo, en lugares públicos, ataques por parte de los ex
fumadores santurrones; así el comportamiento de los fumadores se hace más
visible. Últimamente he observado situaciones que recuerdo haber visto siendo
niño, pero que llevaba años sin ver; por ejemplo, fumadores que echan la ceniza
en su mano o en sus bolsillos porque tienen demasiada vergüenza para pedir un
cenicero.

Hace unos tres años, en Navidades, estaba en un restaurante. Era
medianoche. Todos habían terminado la cena. Es un momento en el que
pueden aparecer muchos cigarrillos y puros, pero ninguna persona fumaba. Algo
presumido pensé: «¡Ah! Mi trabajo está teniendo efecto.» Dije al camarero:
«¿Es este un restaurante de no fumadores ahora?» Respondió: «No.» Pensé:
«Qué raro. Sé que muchas personas están dejándolo, pero tiene que haber un
fumador aquí.» Al final, una persona encendió su pitillo en un rincón, y el
resultado fue como una serie de farolas que se encendían a lo largo del
restaurante. Todos estos otros fumadores habían estado sentados pensando:
«No es posible que sea yo el único fumador aquí.»

Muchos fumadores no fuman entre platos porque se sienten incómodos.
Muchos no sólo piden disculpas a las personas en la misma mesa, sino que
también echan un vistazo alrededor para ver si otros tienen cara de quejarse. A
medida que, cada día, más y más fumadores abandonan el barco que se hunde,
los que quedan se angustian al pensar que van a ser los últimos.

NO CONSIENTAS SER TÚ.

No hay comentarios: