jueves, 7 de diciembre de 2006

¿Por qué resulta difícil dejar de fumar?

3.¿Por qué resulta difícil dejar de fumar?

Como ya expliqué antes, este asunto empezó a interesarme a causa de mi
propia adicción. Cuando finalmente lo dejé, fue algo como de magia. En
ocasiones anteriores, cuando había intentado dejarlo, me había supuesto
semanas enteras de oscura depresión. Hubo días en los que estaba
relativamente alegre, y al día siguiente la depresión otra vez. Era como intentar
salir de un pozo fangoso: veía que estaba cerca del borde, veía la luz del sol,
luego resbalaba y caía otra vez al fondo. Al final, enciendes un pitillo, sabe fatal,
intentas explicarte por qué demonios lo haces.
Una de las preguntas que siempre hago a los fumadores antes de la
sesión es: «¿Quieres dejar de fumar?» En cierta manera, es una pregunta
estúpida. Todos los fumadores quieren dejar de fumar (incluso miembros de la
Asociación de Fumadores). Si le dices al fumador más empedernido: «Si
pudieras volver atrás, antes de comenzar a fumar, sabiendo lo que sabes ahora,
¿volverías a empezar?» La respuesta siempre es: «DE NINGUNA MANERA.»

Dile al fumador más firme, es decir, aquel que no lo considera peligroso
para su salud, que no está preocupado por el reproche social y que tiene dinero
suficiente (ya no queda mucha gente de esa): «¿Animas a tus hijos para que
fumen?», la respuesta: «DE NINGUNA MANERA.»

Todos los fumadores padecen la sensación de que algo malvado les ha
agarrado. Al principio dicen: «Lo dejaré, pero hoy, no. Mañana, tampoco. Ya
veremos.» Al final, llegamos al punto en que creemos nos falta la fuerza de
voluntad o que hay algo en el tabaco que nos hace disfrutar de la vida.
Como ya dije, el problema no está en explicar lo fácil que es dejarlo, está
en explicar por qué es difícil. En realidad, el verdadero problema está en explicar
por qué la gente se deja enganchar al principio, o cómo fue posible que, no hace
mucho, más del 60 por 100 de la población fumara.

Todo lo relacionado con el fumar es un enigma extraordinario. La única
razón por la que empezamos es porque hay miles de personas que fuman. Pero
cada una de ellas desearía no haber empezado nunca, y nos dicen que es un
despilfarro de tiempo y de dinero. Nos cuesta creer que no es un placer para
ellos. Lo asociamos con el ser adulto y hacemos grandes esfuerzos para
conseguir engancharnos. Luego pasamos el resto de nuestra vida diciéndoles a
nuestros propios hijos que no empiecen, e intentando dejarlo nosotros mismos.
También pasamos el resto de la vida rascándonos el bolsillo. El fumador
medio gastará entre tres y seis millones de pesetas en tabaco a lo largo de su
vida, según precios actuales. ¿Qué es lo que hacemos con este dinero? No
sería tan malo que lo tirásemos por el desagüe. Lo utilizamos para conseguir
una sistemática congestión de nuestros pulmones a base de alquitranes
cancerígenos, una progresiva obstrucción y envenenamiento de nuestro sistema
circulatorio. Cada día privamos un poco más a nuestros músculos y órganos del
oxígeno vital, y por tanto cada día nuestro letargo es mayor. Nos sentenciamos
a una vida de suciedad, mal aliento, dientes manchados, ropa quemada,
ceniceros asquerosos y el olor repulsivo a humo viejo. Es una vida entera de
esclavitud. Pasamos la mitad de nuestra vida en sitios en los que la sociedad
nos impide fumar, como son las iglesias, los hospitales, los colegios, el Metro,
los teatros, etc.; o en situaciones en las que nosotros mismos estamos
intentando reducir nuestro consumo o quitárnoslo por completo, sintiéndonos
privados de algo. El resto de nuestra vida fumadora lo pasamos en situaciones
en las que nos está permitido fumar, pero en las que preferiríamos no tener que
hacerlo.

¿Qué clase de hobby es este, que cuando lo estás practicando preferirías
no estar haciéndolo y cuando no lo puedes hacer, darías lo que fuera por un
cigarrillo?

Durante parte de tu vida, la mitad de la sociedad te trata como si
fueras una especie de leproso y, lo que es peor, eres, en otros aspectos, un ser
humano inteligente y racional, que pasas por la vida siendo despreciado. El
fumador se desprecia a sí mismo cada vez que sube el precio del tabaco; en el
Día Nacional Anti-tabaco; cada vez que sin querer lee en el paquete el aviso de
que el tabaco perjudica la salud o que tiene dificultad para respirar; cada vez
que le asusta un informe sobre el cáncer; que hay una campaña contra el mal
aliento; que se congestiona o que tiene un dolor en el pecho; cada vez que se
encuentra rodeado de no-fumadores. Está condenado a llevar una vida
amenazada por estas sombras oscuras en el fondo de su mente, y ¿qué
consigue a cambio? ¡NADA EN ABSOLUTO! ¿Placer? ¿Disfrute? ¿Sosiego?
¿Apoyo? ¿Estímulo? Todo falsas ilusiones, a menos que consideres un placer
el llevar zapatos demasiado estrechos para poder disfrutar del momento en que
te los quitas.

Como ya he dicho, el verdadero problema es intentar explicar no sólo por
qué los fumadores tienen dificultad para dejarlo, sino también por qué la gente
fuma.

Ahora me imagino que me dirás: «Todo esto está muy bien. Aquí no hay
nada nuevo. Pero una vez que te has dejado enganchar por estas cosas es muy
difícil quitártelas. ¿Por qué es tan difícil, y por qué nos vemos obligados a seguir
fumando?» Los fumadores buscan las respuestas a estas preguntas durante
toda su vida.

Algunos dicen que es por la terrible ansiedad producida por la retirada de
la nicotina. En realidad, estos síntomas son tan leves (ver capítulo 6) que la
mayoría de los fumadores viven y mueren sin darse cuenta de que son
drogadictos.

Otros dicen que se disfruta mucho con los cigarrillos. Esto no es cierto; son
sucios y asquerosos. Al fumador que cree que sólo fuma porque le gusta,
pregúntale si prescinde de fumar cuando no encuentra la marca de tabaco que
le gusta y la única que hay es una que le resulta desagradable. Los fumadores
fumarían cualquier porquería antes que prescindir de ello. El disfrute no tiene
nada que ver. Yo, personalmente, disfruto comiendo langosta, pero nunca llegué
a tal punto de tener que llevar veinte langostas colgadas del cuello. Con otras
muchas cosas en la vida, podemos disfrutar mientras las estamos haciendo,
pero no nos sentimos angustiados cuando no las podemos hacer.

Algunos buscan razones psicológicas profundas: «el síndrome de Freud»,
«el niño, al pecho de su mamá». Pero es justo lo contrario. Normalmente
empezamos a fumar para demostrar que somos adultos, que hemos salido de la
niñez. Si tuviéramos que llevar un chupete en la boca en público, nos
moriríamos de vergüenza.

Otros piensan que es lo contrario, el efecto de «macho» echando humo y
fuego por la nariz. Otro argumento sin fundamento; un cigarrillo encendido
metido en la oreja parecería ridículo. ¡Cuánto más ridículo llenar los pulmones
de alquitranes cancerígenos!

Algunos dicen: «Es que así tengo algo que hacer con mis manos.»
Entonces, ¿para qué encenderlo?
– «Es la satisfacción de llevar algo en la boca.» Entonces, ¿para qué
encenderlo?
– «Es la sensación de cómo entra el humo en mis pulmones.» Una
sensación atroz. Se llama asfixia.

Muchos creen que mitiga el aburrimiento. Otra falsedad. El aburrimiento es
un estado mental.

Durante veinticinco años yo me autojustificaba diciendo que el tabaco me
relajaba, me daba confianza y valor. También sabía que me estaba matando y
que me costaba un dineral. ¿Por qué no fui al médico para pedirle alguna otra
cosa que me diera valor y confianza, o me relajara? No fui porque sabía que me
ofrecería una alternativa. No era una razón, era mi excusa.

Algunos dicen que lo hacen sólo porque lo hacen sus amigos. ¿Eres de
verdad tan imbécil? Si lo eres, ponte a rezar para que tus amigos no empiecen a
cortarse la cabeza para curársela cuando les duele.

La mayoría de los fumadores, que lo piensan en serio, llegan a la
conclusión de que es un simple hábito. Esto no es una verdadera explicación,
pero descontadas todas las explicaciones normales racionales parece ser la
única excusa que queda.

Desgraciadamente es una explicación igualmente ilógica. Cambiamos de
hábitos todos los días, y algunos de ellos proporcionan verdadero placer. Yo
sigo teniendo hábitos en el comer que empezaron en mis tiempos de fumador.
Ni desayuno, ni como, sólo ceno. Sin embargo, cuando me voy de vacaciones,
mi comida favorita del día es el desayuno. El día que vuelvo a casa, también
vuelvo a mis costumbres anteriores sin el menor esfuerzo.

¿Por qué seguimos con un hábito que sabe fatal, nos mata, nos cuesta un
dineral, es sucio y asqueroso y que estamos deseando dejar, cuando lo único
que tenemos que hacer es dejar de hacerlo? ¿Por qué es tan difícil? La
respuesta es que no lo es. Una vez que comprendas las verdaderas razones por
las que fumas, dejarás de hacerlo —así de sencillo—, y al cabo de tres semanas
como mucho, el único misterio será el porqué habías estado fumando tanto
tiempo.

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