lunes, 11 de diciembre de 2006

Ojo con reducir el consumo

23.Ojo con reducir el consumo

La mayoría de los fumadores optan por reducir el consumo de tabaco, bien
como paso antes de dejarlo del todo, o como forma de controlar el «monstruito».

Muchos médicos y especialistas aconsejan reducir el número de cigarrillos
fumados, para empezar el proceso de dejar de fumar.

Está claro que cuanto menos fumes mejor, pero es el peor de los métodos
para iniciar el proceso de la retirada total. Cualquier intento de fumar menos te
ata más y para más tiempo.

Se suele intentar fumar menos tras un intento fallido de dejarlo. Al cabo de
unas horas o de unos días de abstinencia, el fumador dice algo así:

<momentos en que más me gusta, o me limitaré a diez diarios. Si me acostumbro
a fumar diez al día, luego será fácil reducirlo más>>

Entonces empiezan a ocurrir ciertas cosas terribles:
1. El fumador tiene lo peor de ambos mundos. Está todavía enganchado
con la nicotina, y mantiene vivos ambos «monstruos», el del cuerpo y
el de la mente.
2. Se pasa la vida esperando el momento del próximo cigarrillo.
3. Antes de limitar su consumo, cuando necesitaba un cigarrillo, encendía
uno y aliviaba al menos parcialmente el motín. Además de las
tensiones normales de la vida, está prolongando las molestias del
mono de modo permanente. Durante la mayor parte del tiempo desea
fumar. Por su propia culpa, se vuelve depresivo y malhumorado.
4. Mientras fumaba los que quería, ni disfrutaba de la mayor parte de los
cigarrillos ni se daba cuenta de que los fumaba. Era una actividad
mecánica. Los únicos que creía disfrutar eran los que fumaba después
de un tiempo de abstinencia, por ejemplo, el primero de la mañana, el
de después de comer.

Ahora que tiene que esperar una hora más entre cigarrillo y cigarrillo,
disfruta de todos ellos. Cuanto más tiempo espera, más parece disfrutar el
cigarrillo; porque el disfrute del cigarrillo no es del cigarrillo en sí, sino es el alivio
de las molestias producidas por el mono, sea ansiedad física leve por la retirada
de la nicotina o mono mental. Cuanto más tiempo te obligas a sufrir, más
«disfrutas» de cada cigarrillo.

La dificultad principal cuando se deja de fumar no es la adicción química,
eso es fácil de vencer. Los fumadores están toda la noche sin fumar, y la
ansiedad ni siquiera les despierta
. Muchos salen del dormitorio antes de
encender un cigarrillo. Otros desayunan primero. Incluso los hay que esperan
hasta llegar al trabajo.

Son capaces de estar diez horas sin fumar, y no parece importarles. Pero
si tuvieran que estar diez horas sin fumar durante el día, se volverían locos.

Hay fumadores que se compran un coche nuevo y deciden no fumar en él.

Van a los supermercados, los teatros, las consultas médicas, los hospitales, o a
ver al dentista sin que les produzca grandes molestias. Muchos fumadores se
abstienen de fumar cuando se ven rodeados de no-fumadores. Hasta en el
Metro la gente está tranquila y no altera el orden; hay veces en que las personas
agradecen la prohibición de fumar. Lo cierto es que los fumadores experimentan
un placer secreto durante estos períodos de abstinencia obligada: les aviva la
esperanza de que algún día se les quitarán las ganas.

El verdadero problema al dejar de fumar es el lavado de cerebro. La idea
errónea de que el cigarrillo constituye algún tipo de ayuda o recompensa, y que
la vida nunca podría ser igual sin él. En lugar de quitarte las ganas de fumar, lo
único que consigues cuando limitas el número de cigarrillos es hacerte sentir
inseguro y desgraciado, y convencerte de que lo que más apetece en este
mundo es el próximo cigarrillo; que nunca serías feliz sin fumar.

No hay nada más patético que el fumador que intenta reducir su consumo.
Cree, equivocadamente, que cuanto menos fume, menos querrá fumar. Y es
justo lo contrario. Cuanto menos fuma, más tiempo tiene que aguantar el mono,
más le gustan los cigarrillos, y peor le saben. Pero no por eso dejarás de fumar.
El sabor nunca tuvo nada que ver. Si los fumadores fumasen porque les gustara
el sabor, nadie fumaría más de un cigarrillo en su vida. ¿No te lo puedes creer?
Vale. Vamos a discutirlo. ¿Cuál es el cigarrillo que peor sabe? Justo: el primero
de la mañana, el que en invierno nos pone a toser y a carraspear. ¿Cuál suele
ser el cigarrillo más apreciado por la mayoría de los fumadores? Sí, señor, ¡el
primero de la mañana! ¿Ahora puedes realmente creer que te lo fumas para
disfrutar de su sabor y su olor? ¿No crees que una explicación más racional
sería que en ese momento estás aliviando ocho o nueve horas de mono?
El reducir el consumo no sólo no funciona; es una forma de auténtica
tortura. No funciona porque el fumador inicialmente espera que si puede
cambiar su hábito y fumar cada vez menos, entonces al final reducirá su deseo
de fumar. No es ningún hábito, es una adicción, y una característica de las
adicciones es que siempre van a más, nunca a menos. Entonces, para reducir
su consumo, el fumador tiene que emplear fuerza de voluntad y disciplina
durante el resto de su vida.

El problema principal, al dejar de fumar, no está en la adicción química a la
nicotina, que es bastante fácil de vencer. El problema está en dar por cierto que
el tabaco produce algún tipo de placer. Esta creencia empieza con el lavado de
cerebro recibido antes de empezar a fumar, y luego se ve reforzada por nuestra
propia adicción. Reducir el consumo lo único que hace es reforzar todavía más
la ilusión, hasta el punto en que el fumar domina todos los pensamientos del
fumador y le convence de que lo que más valor tiene en este mundo es el
próximo cigarrillo.

Como ya he dicho, reducir el consumo no puede funcionar de ninguna
forma, porque dependerás de tu fuerza de voluntad durante el resto de la vida.
Si no tenías voluntad suficiente para dejarlo por completo, no la vas a tener para
reducir el número de cigarrillos. Lo más fácil (por mucho) es dejarlo por
completo.

Conozco literalmente miles de casos de fracaso en el intento de reducir el
consumo. En las pocas ocasiones en las que se ha podido conseguir son
aquellas en las que el fumador reduce el consumo durante un tiempo corto para
luego «mojarse» dejando el tabaco por completo. En esto no le ha ayudado en
absoluto la reducción previa, sino todo lo contrario. Lo único que hizo fue
prolongar el sufrimiento.

Cualquier intento fallido deja al fumador hecho un desastre
psicológicamente; más convencido que nunca de que está enganchado para el
resto de la vida. El efecto suele ser suficientemente fuerte para impedir que
vuelva a intentarlo en un período de cinco o seis años.

Sin embargo, los intentos de reducir el consumo sí ayudan a demostrar la
futilidad del hábito del fumar en todos sus aspectos; prueban claramente que
sólo se disfruta de los cigarrillos después de un período de abstinencia. O sea,
que tienes que darte con la cabeza contra un muro de piedra (es decir sufrir el
mono) para poder disfrutar al dejar de hacerlo.

En tal caso, tienes estas opciones:
1. Reducir el consumo y mantenerlo bajo para el resto de la vida. Es una
tortura autoimpuesta, y de todas formas no vas a poder aguantarlo,
2. Seguir asfixiándote hasta que te mueras. ¿Cuál es el sentido?
3. Hacerte un favor a ti mismo: déjalo.
Otra cosa importante que queda demostrada por la imposibilidad de reducir
el consumo es que no existe eso de «un cigarrillo de vez en cuando». El tabaco
crea una reacción en cadena que durará toda tu vida, a menos que hagas un
esfuerzo positivo y la rompas.

ACUÉRDATE: SI FUMAS MENOS, SUFRIRÁS MÁS.

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