lunes, 11 de diciembre de 2006

Los fumadores ocasionales, los jóvenes, los no fumadores


25.Los fumadores ocasionales, los jóvenes, los no fumadores

Este capitulo esta especialmente dedicado a Ana y a Rusel , para que abran sus ojos y vean.


Los que fuman mucho tienden a envidiar a los fumadores ocasionales. No
lo hagas. En cierto extraño modo, el fumador ocasional está más enganchado (y
sufre más) que el que fuma mucho. Es verdad que corre menos riesgos con su
salud, y que gasta menos dinero que tú, pero en otros aspectos está mucho peor.

Recuerda, nadie disfruta de los cigarrillos; sólo se disfruta aliviando el
mono. La tendencia natural en una drogadicción es aliviar el mono al máximo:
fumar constantemente.
Hay tres factores que nos impiden fumar compulsivamente:
1. DINERO: La mayoría no se lo pueden permitir,
2. SALUD: Para aliviar el mono, tenemos que ingerir un producto
venenoso. La capacidad de resistencia al veneno varía de una persona
a otra, y según la situación o período de su vida. Esto funciona como
un freno automático fisiológico.
3. DISCIPLINA: La disciplina impuesta por la sociedad, el oficio, la
familia, los amigos, o por el mismo fumador, como resultado del tira y
afloja natural que existe en la mente de todos los fumadores,

Este es un buen momento para entrar en unas cuantas definiciones.

EL NO FUMADOR. Alguien que nunca ha caído en la trampa. No debe
congratularse. Sólo son no fumadores por casualidad. Todos los fumadores
estaban convencidos de que nunca se engancharían.
Y algunos no fumadores
siguen probando un cigarrillo de vez en cuando.

EL FUMADOR OCASIONAL. Aquí tenemos dos clasificaciones básicas:
1. El fumador que ha caído en la trampa y no se da cuenta. No le tengas
envidia. Está en el primer peldaño de la escalera, y es muy probable
que pronto sea fumador empedernido. Recuerda que tú también
empezaste siendo un fumador ocasional.
2. El fumador que antes fumaba mucho y cree que no lo puede dejar.
Este es el que más lástima da. Hay varias categorías, que debemos
examinar más detalladamente:
EL QUE SE LIMITA A CINCO CIGARRILLOS AL DÍA. Si le gusta fumar,
¿por qué se limita a cinco diarios? Si es capaz de tomarlo o dejarlo, ¿por qué se
empeña en fumar? Recuerda que el hábito es como darte constantemente con
la cabeza contra un muro para poder relajarte cuando dejas de hacerlo. El que
fuma cinco cigarrillos al día, sólo alivia el mono durante menos de una hora cada
día. El resto del día, aunque él no se dé cuenta, está dando cabezazos contra el
muro, y sigue haciéndolo casi toda su vida. Sólo fuma cinco al día, porque no
tiene dinero para más o porque le dan miedo los riesgos para su salud. Es fácil
convencer al fumador empedernido de que en el fondo no le gusta fumar, pero
es casi imposible convencer al que fuma muy poco. Todos los que hemos
intentado alguna vez reducir nuestro consumo sabemos que es la peor tortura y
casi garantiza que te quedes enganchado para siempre.

EL QUE FUMA SÓLO POR LA MAÑANA O POR LA TARDE. Se castiga a
sí mismo, padeciendo el mono durante la mitad del día, y aliviándolo durante la
otra mitad.

Pregúntale por qué, si le gusta fumar, no fuma todo el día, y por qué, si no
le gusta, se empeña en seguir fumando
.

EL DE «SEIS MESES SÍ, SEIS MESES NO». (También se le conoce por
decir cosas como, «Puedo dejarlo cuando quiero, ya lo he hecho miles de
veces.») Si le gusta fumar, ¿por qué lo deja durante seis meses? Si no le gusta,
¿por qué vuelve a empezar? La verdad es que sigue enganchado. Logra vencer
la adicción física, pero le queda el problema principal; el lavado de cerebro.

Espera cada vez dejarlo para siempre, pero pronto vuelve a caer en la trampa.
Muchos fumadores envidian a estas personas que pueden dejarlo y empezarlo
supuestamente cuando quieran. Piensan: «¡Qué suerte poder controlarlo así,
fumar cuando quieras y empezar cuando quieras.» Lo que no llegan a
comprender es que estas personas no lo controlan. Cuando son fumadores
desearían no serlo; luego pasan por la agravación de dejarlo, empiezan a
sentirse privados y vuelven a caer en la trampa de nuevo. En ese momento
desearían no haberlo hecho. Reciben lo peor de los lados. Cuando son
fumadores desean no serlo; cuando son no fumadores desean poder fumar. Si
lo piensas, esta es la realidad, durante toda nuestra vida como fumadores:
cuando se nos permite fumar o bien lo tomamos como hecho consumado o
deseamos no fumar. Es sólo ante la prohibición de fumar cuando más valor
damos a los cigarrillos. Este es el terrible dilema de los fumadores. Nunca
pueden ganar porque están anhelando melancólicamente una ilusión. Sólo hay
una manera en la que pueden ganar: dejar de fumar y dejar de anhelar los
cigarrillos.

EL FUMADOR DE: «SÓLO FUMO EN CIERTAS OCASIONES
ESPECIALES.» Sí, eso es algo que todos hemos hecho al principio, pero ¿no
es increíble ver cómo el número de ocasiones especiales parece ir en aumento,
y sin darnos cuenta estamos fumando en todas las ocasiones.

EL QUE DICE: «YA LO HE DEJADO, PERO DE VEZ EN CUANDO ME
FUMO UN PURO O UN PITILLO.» En cierra manera, estos fumadores son los
más patéticos de todos. O se pasan la vida sintiendo que les falla algo, o bien (y
es lo más frecuente) ese punto de vez en cuando se convierte en dos. Están en
una pendiente resbaladiza, y sólo pueden ir en un sentido, HACIA ABAJO.
Antes o después vuelven a ser fumadores empedernidos. Han vuelto a caer en
la misma trampa que les había atrapado al principio.

Existen otras dos categorías de fumadores ocasionales. La primera es la
persona que sólo fuma un cigarrillo o puro de vez en cuando en ocasiones
sociales. En realidad, estas personas son no fumadores. No disfrutan del fumar.
Es sólo que sienten que están perdiendo algo. Quieren ser parte del grupo.
Todos empezamos así. La próxima vez que se ofrezcan puros, observa cómo
después de cierto tiempo los fumadores dejan de encender esos puros. Incluso
los fumadores empedernidos no son capaces de acabarlos del todo. Preferirían
estar fumando su propio tabaco. Cuanto más caro y grande el puro, tanto más
frustrante es: parece ser que la «maldita cosa» dura toda la noche.

La segunda categoría se ve muy de vez en cuando. De hecho entre todos
los miles de fumadores que han pedido mi ayuda, sólo puedo pensar en una
docena de ejemplos. El caso siguiente sirve de buen ejemplo.

Una mujer me llamó pidiendo una sesión en privado. Es abogada, llevaba
doce años fumando y nunca había fumado más de dos cigarrillos al día en su
vida de fumadora. A propósito, era una señora de voluntad muy firme. Le
expliqué que el porcentaje de éxito en sesiones de grupo era mayor que en
sesiones individuales, y que de todos modos sólo estaba dispuesto a dar una
sesión individual, si la cara de la persona fuera tan famosa que distrajera a otras
personas en el grupo. Empezó a llorar y no fui capaz de resistir las lágrimas.

La sesión le costó mucho; de hecho la mayoría de los fumadores se
preguntarán por qué quería dejar de fumar en primer lugar. Con mucho gusto
pagarían lo que cobré a esta señora, para poder fumar sólo dos cigarrillos al día.

Cometen el error de suponer que los fumadores ocasionales son más felices y
tienen más control. Puede que tengan más control, pero felices, no lo son. En
este caso los padres de esa mujer murieron del cáncer de pulmón antes de que
se enganchara. Igual que yo, tenía mucho miedo antes de fumar el primer
cigarrillo. Al igual que yo, al final cayó víctima de las presiones masivas y probó
aquel primer cigarrillo. También como yo, aún puede recordar el asqueroso
sabor. A diferencia de mí, que me rendí y me hice fumador compulsivo muy
rápidamente, ella resistió.

Lo único que disfrutas del cigarrillo es el acabar con la ansiedad, bien sea
la ansiedad física, casi imperceptible, por la nicotina, o la tortura mental causada
por no poder «quitarse los picores». Los cigarrillos mismos son suciedad y
veneno. Por eso es por lo que sólo padeces la ilusión de disfrutarlos al cabo de
un período de abstinencia. Igual que el hambre y la sed, cuanto más tiempo lo
sufres, tanto mayor es la sensación de placer cuando las alivias. Los fumadores
cometen el error de creer que el fumar no es más que un hábito. Piensan: «si
puedo mantenerlo a un nivel reducido o sólo fumar en ocasiones especiales, mi
cerebro y mi cuerpo acabarán por aceptarlo. Por lo tanto, puedo seguir fumando
así o incluso reducirlo si quiero». Grábalo en tu mente: el hábito ni siquiera
existe. El fumar es una adicción a una droga. La tendencia natural es aliviar la
ansiedad y no aguantarla
. Incluso para mantener tu consumo en el nivel donde
estás ahora, tendrías que emplear fuerza de voluntad y disciplina para el resto
de tu vida; porque, a medida que tu cuerpo se hace inmune a la droga, pide más
y más, no menos y menos. A medida que la droga empieza a destruirte no sólo
física, sino mentalmente, también destruye tu sistema nervioso, tu valor y
confianza, así cada vez eres menos capaz de reducir el intervalo entre cada
cigarrillo. Esto es porque, al principio, podemos tomarlo o dejarlo. Si nos
resfriamos, lo dejamos. También explica por qué alguien, como yo, quien incluso
ni padecía la ilusión de disfrutarlos, tenía que seguir fumando compulsivamente
aun cuando cada cigarrillo producía tortura física.

No envidies a esa mujer. Cuando sólo fumas un cigarrillo cada doce horas,
parece ser la cosa más valiosa en la Tierra. Durante doce años esa pobre mujer
había estado en medio de un tira y afloja. No había podido dejar de fumar. Sin
embargo, tenía miedo de aumentar el consumo en caso de contraer el cáncer
de pulmón como sus padres. Pero durante veintitrés horas y diez minutos de
cada uno de estos días tenía que luchar contra la tentación. Se necesitaba una
fuerza de voluntad tremenda para hacer lo que hacía ella, y, como he dicho, hay
muy pocos casos así. Pero al final esto le hizo llorar. Míralo desde un punto de
vista lógico; o bien sí existe un apoyo o placer auténtico en el fumar, o no
existen. Si existen de verdad, ¿quién quiere esperar una hora, un día o una
semana? ¿Por qué negarte el apoyo o el placer mientras tanto? Si no existe
apoyo ni placer auténtico, ¿por qué tomar la molestia de fumar cualquier cigarrillo?

Recuerdo otro caso, el de un hombre que fumaba cinco al día. Empezó por
teléfono. Me dijo, con voz ronca: «Señor Carr, lo único que quiero es dejar de
fumar antes de morirme.» Me describió su vida:

«Tengo sesenta y un años. El tabaco me ha producido cáncer de garganta.
Y no puedo físicamente con más de cinco cigarrillos al día. Antes dormía bien
toda la noche, pero ahora me despierto a todas horas, y sólo pienso en el
tabaco. Aun mientras duermo, sueño con fumar.»

«No puedo fumar antes de las diez de la mañana. Me levanto a las cinco y
me hago un montón de tazas de té. Mi mujer se levanta sobre las ocho, y como
siempre estoy de tan mal humor, no me deja estar en casa. Me voy a mi
invernadero, e intento hacer cositas allí, pero mi mente está obsesionada por el
fumar. A las nueve empiezo a liar el primer pitillo, y lo hago con mucho cuidado,
hasta que lo tengo perfecto. No es que tenga que ser perfecto, pero me da algo
que hacer. Espero hasta las diez. Cuando llega la hora, me tiemblan las manos
incontrolablemente. No enciendo el cigarrillo en este momento, porque si lo
enciendo tengo que esperar tres horas hasta el siguiente. Al final, lo enciendo,
me tomo una sola calada, y lo apago inmediatamente. Haciéndola así, consigo
que el cigarrillo me dure una hora. Me lo fumo hasta el último centímetro, y
luego espero el momento de poder fumar otro.»

Además de estos problemas, el hombre tenía los labios llenos de
quemaduras por apurar tanto sus cigarrillos. Probablemente estás imaginándote
a un pobre imbécil. No es así. Este hombre medía uno ochenta, y había sido
sargento en los marines. Había sido deportista, y nunca había querido fumar.

Pero, durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno creía que el tabaco
proporcionaba valor, y suministraba cigarrillos gratis a la tropa. A este hombre
prácticamente le ordenaron hacerse fumador. Se ha pasado el resto de la vida
pagando un dineral, subvencionando los impuestos de los demás, y
destruyéndose física y mentalmente. Si fuese un animal, nuestra sociedad lo
hubiera matado para que no sufriera. ¡Y seguimos permitiendo que los jóvenes
sanos, fuertes y equilibrados se enganchen!

A lo mejor crees que este caso es una exageración. En efecto, es extremo,
pero no es único. Hay miles de historias parecidas. El hombre abrió su corazón
y reveló todo esto; pero puedes tener la más absoluta seguridad de que muchos
de sus amigos le envidiaban por sólo fumar cinco al día. Si piensas que esto no
te puede ocurrir a ti:

DEJA DE ENGAÑARTE. TE ESTÁ OCURRIENDO YA.

De todas formas, todos los fumadores son unos mentirosos consumados.
Se mienten incluso a ellos mismos; tienen que hacerlo. La mayoría de los
fumadores ocasionales fuman bastante más de lo que dicen y en más
ocasiones. He tenido muchas conversaciones con los fumadores que decían
fumar sólo cinco al día, y estaban fumando más de cinco cigarrillos delante de
mí. Observa a los fumadores ocasionales en las reuniones sociales, en las
fiestas o en las bodas. Estarán fumando sin parar, como el mejor.

No tienes que envidiar a los fumadores ocasionales. No necesitas fumar.
¡La vida es infinitamente más dulce sin tabaco!

En general, es más difícil curar a los adolescentes, no porque les sea más
difícil dejarlo, sino porque, o bien creen que no están enganchados, o están en
la fase primaria de la enfermedad. Suponen equivocadamente que habrán
dejado de fumar de una manera automática antes de llegar a la segunda fase.
En especial quisiera advertir a los padres de esos niños que odian el
tabaco que no se confíen. Todos los niños odian el sabor y el olor del tabaco
hasta que se enganchan. Tú también lo odiabas. No te engañen las campañas
antitabaco del gobierno. La trampa sigue siendo la misma que antes, los niños
saben que el tabaco mata, pero también saben que un cigarrillo no mata. Puede
llegar un momento en que se dejen influir por la novia o el novio, algún
compañero de colegio o de trabajo. Puede que creas que lo único que tienen
que hacer es probar uno: les sabrá horrible, y quedarán convencidos de no
engancharse. Advierte a tus hijos de todos los hechos.

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