jueves, 7 de diciembre de 2006

El peor adicto a la nicotina que jamás he conocido

El peor adicto a la nicotina que jamás he conocido



Tal vez debería empezar por explicar por qué me considero competente
para escribir este libro. No soy ni médico ni psiquiatra; mis títulos son mucho
más apropiados: fui durante treinta y tres años de mi vida un fumador
empedernido. En los últimos años fumaba cien cigarrillos diarios en los días
malos, y nunca menos de sesenta.

A lo largo de mi vida había intentado dejarlo docenas de veces. Una vez lo
dejé durante seis meses, y todavía estaba que me subía por las paredes. Me
colocaba cerca de los fumadores para obtener un soplillo de su humo; seguía
viajando en los compartimentos para fumadores de los trenes.

En cuanto a la salud, con la mayoría de los fumadores es una cuestión de
«lo dejaré antes de que me ocurra algo.» Yo había llegado al punto en que
sabía que me estaba matando. Tenía un dolor de cabeza permanente,
producido por la presión de una tos continua. Sentía cómo palpitaba casi sin
parar la vena que baja por el centro de la frente, y, sinceramente, creía que en
cualquier momento me iba a explotar la cabeza y que me moriría de una
hemorragia cerebral. Aquello me preocupaba, pero no por eso dejaba de fumar.
Había llegado a una etapa en la que ya ni siquiera intentaba dejarlo. No
era que me gustase fumar. La mayoría de los fumadores han estado alguna vez
bajo la ilusión de que disfrutan de un cigarrillo de vez en cuando, pero yo nunca
he tenido esa ilusión. Siempre he odiado el sabor y el olor del tabaco, pero creía
que los cigarrillos me ayudaban a relajarme. Me daban valor y confianza.
Siempre me sentía deprimido cuando intentaba dejarlo y no pensaba que se
pudiera disfrutar de la vida sin cigarrillos.

Al final, mi mujer me envió a un hipnoterapeuta. Debo confesar que era
completamente escéptico. En aquellos tiempos no sabía nada acerca de la
hipnosis; imaginaba a unos tipos con aire de Svengali, con ojos penetrantes,
moviendo un péndulo. Tenía todas las fantasías que afectan a los fumadores
excepto una: sabía que no era una persona de poca voluntad. Yo dominaba casi
todos los demás aspectos de mi vida, pero los cigarrillos me dominaban a mí.
Creía que la hipnosis implicaba cambios forzosos en mi voluntad, y, aunque no
obstaculizaba el proceso (como la mayoría de los fumadores, estaba deseando
dejarlo), creía que nadie me iba a convencer de que no necesitaba fumar.
La sesión entera me pareció una perdida de tiempo. El hipnoterapeuta
intentaba hacer que levantara los brazos y probó varias cosas. Nada parecía
funcionar como debía: no perdí el conocimiento y no entré en trance (o, al
menos, eso creo yo). Sin embargo, después de esa sesión, no sólo dejé de
fumar, sino que realmente disfruté del proceso, incluso durante el período de
retirada de la droga.

Pero, antes de que salgas corriendo a ver a un hipnoterapeuta, déjame
aclararte algo. La hipnoterapia es un modo de comunicación. Si el mensaje
comunicado es erróneo, no dejarás de fumar. No voy a criticar al hombre a
quien yo consulté; estaría ahora muerto si no le hubiera ido a ver. Pero aquello
sucedió «a pesar de él» y no «por él». Tampoco quiero que parezca que quiero
atacar a la hipnoterapia; al contrario, yo la uso también como parte de mi
tratamiento. Ese poder de sugestión y esa poderosa fuerza pueden ser usados
para lo bueno y para lo malo. Nunca te sometas a una sesión de un
hipnoterapeuta si no te lo ha recomendado personalmente alguien a quien
conoces bien y en quien confías.
En aquellos años horrorosos como fumador, creía que mi vida dependía de
aquellos cigarrillos y estaba dispuesto a morir antes que estar sin ellos. Hoy la
gente me pregunta si alguna vez siento algún deseo de fumar. La respuesta es
«nunca, nunca, nunca», más bien lo contrario. He tenido una vida maravillosa.
Si hubiera muerto por fumar, no podría haberme quejado. He tenido mucha
suerte en la vida, pero lo más maravilloso de todo ha sido liberarme de esa
pesadilla, esa esclavitud de estar destruyendo sistemáticamente mi cuerpo y de
pagar un dineral por el privilegio.
Quisiera dejar claro desde un principio que no soy una figura mística. No
creo en los magos ni en las hadas. Tengo una mente científica y no entendía lo
que a primera vista pareció cosa de magia. Empecé a leer sobre la hipnosis y el
fumar. Nada de lo que leí parecía explicar el milagro que había ocurrido; ¿por
qué había sido tan absurdamente fácil dejarlo, cuando en ocasiones anteriores
había supuesto semanas enteras de oscura depresión?
Tardé mucho tiempo en entenderlo, fundamentalmente porque miraba la
cuestión al revés. Intentaba explicarme por qué había sido tan fácil dejarlo,
cuando el verdadero problema es comprender, por qué los fumadores lo suelen
encontrar tan difícil. Los fumadores hablan de la terrible ansiedad por la retirada
de la nicotina, pero cuando miraba hacia atrás e intentaba recordar dicha
ansiedad, me di cuenta, no había existido. No hubo ningún dolor físico, estaba
todo en la mente.

Ahora me dedico profesionalmente a ayudar a otros que quieren dejar de
fumar. Tengo muchísimo éxito. He ayudado a miles de fumadores y quisiera
dejar claro desde el principio que el fumador empedernido no existe. Todavía no
he conocido a nadie que estuviera tan fuertemente enganchado, o, mejor dicho,
que se creyera tan fuertemente enganchado como lo estuve yo. Cualquier
persona puede no sólo dejar de fumar, sino también encontrarlo fácil. En el
fondo es el miedo lo que hace que sigamos fumando. El miedo a no poder
nunca más disfrutar tanto de la vida sin los cigarrillos, y el miedo a sentirse
privado de algo. Nada más lejos de la verdad. Sin tabaco, no sólo disfrutarás
igual de la vida, sino muchísimo más y, por añadido, de mejor salud, más
energía y dinero ahorrado, como poco.

Todos los fumadores pueden encontrar fácil dejar de fumar —¡incluso tú! —. Lo único que tienes que hacer es leer el resto de este libro con la mente abierta. Cuanto más lo comprendas, más fácil lo encontrarás. Incluso cuando no entiendas algo, sigue siempre las instrucciones y lo encontrarás fácil. Lo más importante es no ir por la vida anhelando melancólicamente un cigarrillo, ni sintiéndote privado de algo. El único misterio será, por qué fumaste durante
tanto tiempo.

Una advertencia. Con mi método sólo puedes fracasar por dos motivos:

1. NO SEGUIR LAS INSTRUCCIONES: El que sea tan dogmático en
algunas de mis recomendaciones, molesta a algunas personas. Por
ejemplo, te diré que no intentes reducir el consumo, y que no uses
sustitutos como caramelos, chicles, parches, etc. (en especial ningún
producto que contenga nicotina). La razón por la que soy tan
dogmático es porque conozco este tema a fondo. No niego que haya
muchas personas que hayan dejado de fumar utilizando trucos de este
tipo, pero habrán podido hacerlo a pesar de ellos, no gracias a ellos.
Hay gente que sabe hacer el amor de pie en una hamaca, pero no es
la forma más fácil. Todo lo que yo te diga tiene su razón de ser para
hacértelo más fácil y asegurar el éxito.

2. NO COMPRENDER: No te creas nada sin pensarlo. Cuestiona no sólo
lo que yo te diga, sino también tus propias opiniones y todo lo que la
sociedad te ha enseñado acerca del fumar. Por ejemplo, los que creéis
que es simplemente un hábito, debéis preguntaros si realmente lo es.
Pregúntate por qué hay otras costumbres fáciles de romper, algunas
de ellas agradables. ¿Porqué, entonces, es tan difícil romper un hábito
que sabe fatal, nos cuesta un dineral y nos mata?

Los que pensáis que disfrutáis de los cigarrillos, preguntaos por qué hay
otras cosas en la vida, mucho más agradables, de las que uno puede prescindir
sin traumas. ¿Por qué, con los cigarrillos, tienes que tenerlos, y si no los tienes
entras en un estado de pánico?

1 comentario:

Unknown dijo...

He leído el libro una primera vez, logre dejar de fumar una semana y volví a fumar por stress aparente, va la segunda y espero definitiva, el libro es de muchísima utilidad, solo es entender y conectarse, Gracias¡¡