14.¿De qué me voy a privar?
¡DE NADA EN ABSOLUTO! Es el miedo lo que nos impide dejar de fumar.
El miedo a encontrarnos privados de nuestro placer o apoyo. El miedo a
encontrarnos con que las situaciones agradables de la vida no son como antes,
o el miedo a no poder defendernos en las situaciones de estrés.
En otras palabras: el efecto del lavado de cerebro es hacernos creer que
somos débiles, que en el tabaco hay algo que necesitamos y que cuando
dejemos de fumar habrá un vacío.
Métetelo en la cabeza: ¡EL TABACO NO LLENA EL VACIO. LO CREA!
Nuestro cuerpo es la máquina más sofisticada que existe en este planeta.
Da igual que creas en el Creador, en el proceso de selección natural, o en una
combinación de ambos. Sea cual sea el ser o el sistema que haya creado este
cuerpo, es mil veces más inteligente que el hombre. El hombre no sabe crear la
más sencilla de las células vivas, y mucho menos los milagros de nuestra vista,
nuestro sistema de reproducción, nuestro sistema circulatorio o nuestro cerebro.
Si este Creador o este sistema natural hubiese querido que fumásemos, nos
hubiera proporcionado algún tipo de filtro, impidiendo la entrada del veneno en
el cuerpo, además de algo que sirviese de chimenea.
El caso es que nuestro cuerpo posee dispositivos de alarma libres de
fallos, en forma de toses, mareos, vómitos, etc., y que nos jugamos la vida por
no hacer caso de estos avisos.
La maravillosa verdad es que no hay nada de qué privarse. Una vez
expulses el «monstruito» de tu cuerpo y hayas eliminado el lavado de cerebro
de tu mente, no querrás fumar, ni sentirás la necesidad de hacerlo.
El tabaco no mejora las comidas, las estropea. Te destruye el paladar y el
olfato. Mira a los fumadores en un restaurante, fumando entre plato y plato. No
disfrutan de la comida: en realidad están deseando que se acabe, porque
interfiere en el fumar. Muchos fuman en estas situaciones aun sabiendo que
molesta a los no-fumadores. Los fumadores en general no son personas que
desprecien a los demás; simplemente, se desesperan si no pueden fumar.
Están entre la espada y la pared: o bien tienen que abstenerse y ser
desgraciados porque no pueden fumar, o fuman y son desgraciados,
sintiéndose culpables y despreciables de sí mismos.
Observa a los fumadores en una recepción oficial en la que no pueden
fumar antes del brindis. Muchos de ellos de repente desaparecen
misteriosamente y van a los servicios para dar un par de caladas en secreto. Ahí
es donde ves el fumar realmente como una adicción. Los fumadores no fuman
porque les gusta. Lo hacen porque se sienten desgraciados sin el tabaco.
Puesto que muchos empezamos a fumar en reuniones sociales, cuando
somos jóvenes y tímidos, adquirimos la creencia de que no podemos disfrutar
de estas reuniones sociales sin tabaco. Es una idiotez. El tabaco te quita la
confianza en ti mismo. El efecto del tabaco en las mujeres nos ofrece un
clarísimo ejemplo del miedo que produce. Casi todas las mujeres se preocupan
mucho de su aspecto físico. No se imaginan en una ocasión social sin estar
perfectamente arregladas y oliendo bien. Pero el saber que su aliento huele a
cenicero viejo no les disuade de dejar de fumar en absoluto. Sé que les
preocupa mucho; muchas odian el olor que desprenden sus ropas o su propio
pelo, pero esto no les impide fumar. Tal es el miedo que esta terrible droga
produce en el fumador.
Los cigarrillos no ayudan en las reuniones sociales; las estropean. Tienes
que llevar el vaso en una mano y el cigarrillo en la otra; vigilar que no se te caiga
la ceniza y buscar un sitio para las interminables colillas; procurar no soplar
humo en la cara a tus interlocutores; preguntarte si te huele el aliento o si
resultan desagradables tus dientes manchados.
No sólo no hay nada de qué privarse. Al contrario, hay muchos beneficios
maravillosos. Cuando el fumador piensa en dejar de fumar, tiende a
concentrarse en su salud, el dinero que se puede ahorrar y el rechazo social.
Estas tres cosas son evidentemente muy importantes, pero creo que los
mayores beneficios son psicológicos, incluyendo:
1. La recuperación del valor y confianza en ti mismo.
2. La liberación de la esclavitud.
3. La desaparición de esas terribles sombras negras en el Fondo de tu
mente: saber que la mitad de la población te desprecia y, peor aún,
despreciarte a ti mismo.
No sólo es mejor la vida del no-fumador que la del fumador, sino que
disfruta de la vida infinitamente más. No quiero decir simplemente que tendrás
mejor salud y más dinero, sino que serás más feliz y disfrutarás más de la vida.
Los beneficios maravillosos que se obtienen cuando uno se convierte en
no-fumador se detallan en los próximos capítulos.
Algunos fumadores tienen dificultades para comprender este concepto de
vacío; veamos si este ejemplo te ayuda.
Imagina que tienes una erupción en la cara. Yo tengo una crema
maravillosa. Te digo: «Prueba esto.» Te pones la crema y la erupción
desaparece inmediatamente. Una semana más tarde vuelve a aparecer.
Preguntas: «¿Te queda algo de esa crema?» Digo: «Quédate con el tubo.
Puede que la vuelvas a necesitar.» Te pones la crema. ¡Milagro!, la erupción
desaparece. Pero cada vez que aparece de nuevo es más grande la zona
afectada, duele más y los intervalos más cortos. Al cabo del tiempo la erupción
te cubre toda la cara y el dolor es insufrible. Ahora vuelve cada media hora.
Sabes que la crema la quita temporalmente, pero sigues muy preocupado.
¿Dónde acabará esto? ¿Afectará al final a todo el cuerpo? ¿Desaparecerá el
intervalo por completo? Vas al médico, pero no te puede hacer nada. Pruebas
otros medicamentos pero ninguno funciona, sólo la crema maravillosa.
Ahora dependes totalmente de la crema. Nunca sales sin asegurarte de
tener a mano un tubo de la crema. Si vas de viaje, te llevas unos cuantos tubos.
Ahora, además de las preocupaciones por tu salud, te cobro veinte mil pesetas
por tubo.
No tienes más alternativa que pagar.
Luego lees en la sección de salud de tu periódico que esto no sólo te
ocurre a ti, sino que muchas personas padecen el mismo problema. De hecho,
los farmacéuticos han descubierto que la crema no cura la erupción, lo único
que hace es esconderla debajo de la piel. Es la crema misma la causa del
crecimiento de la erupción. Lo único que tienes que hacer para eliminar la
erupción es no utilizar la crema. Desaparecerá por sí sola, con el tiempo.
¿Seguirías usando la crema?
¿Necesitarías fuerza de voluntad para dejar de usarla? Si dudases del
artículo, estarías receloso durante unos días, pero una vez que te dieras cuenta
de que la erupción mejoraba, la necesidad o las ganas de utilizar la crema
desaparecerían.
¿Te sentirías deprimido? Por supuesto que no.
Tenías un problemahorrible, sin solución. Ahora has encontrado la solución.
Incluso si tardara un año en desaparecer la irritación por completo, cada día, al verte mejor,
pensarías: «¡Qué maravilla! No me voy a morir.»
Esta fue la magia que ocurrió en mí cuando apagué aquel último cigarrillo.
Quisiera dejar claro algo en la analogía de la erupción y la crema. La erupción
no representa ni el cáncer de pulmón, arteriosclerosis, enfisema, angina de
pecho, asma crónica, bronquitis ni tampoco una enfermedad coronaria. Todos
estos problemas se añaden a la erupción. No son los millones de pesetas que
quemamos; ni una vida de mal aliento y dientes manchados, de letargo, mala
respiración y tos; ni los años que pasamos asfixiándonos, deseando no hacerlo;
ni los momentos en que nos sentimos castigados, cuando no se nos permite
fumar.
No es la vida en la que nos desprecian los otros, o, peor aún, nos
despreciamos a nosotros mismos. Estos son cosas adicionales a la erupción. La
erupción es la que nos hace cerrar nuestra mente ante todas esas cosas. Es
aquella sensación de pánico de: «Me apetece un cigarrillo.» Los no-fumadores
no sufren esa sensación. Lo peor que soportamos es el miedo y el mayor
beneficio que recibes cuando dejas de fumar es liberarte de ese miedo.
Fue como si la niebla intensa que había en mi mente se esfumase. Podía
ver con toda claridad que esa sensación de pánico al querer un cigarrillo no se
debía a mi debilidad o a una propiedad mágica del cigarrillo. Este miedo lo
causó el primer cigarrillo y los que vinieron después, que, lejos de aliviar esa
sensación, la acrecentaron.
A la vez veía que esos fumadores «felices» pasaban por la misma pesadilla que yo. No tan mala como la mía, pero todos construyendo argumentos falsos para justificar su estupidez.
¡ES TAN BUENO SER LIBRE!
No hay comentarios:
Publicar un comentario