16.Me ahorraré «equis» pesetas al mes
Nunca repetiré lo suficiente que la dificultad al dejar de fumar está en el
lavado de cerebro. Cuanto más superemos el lavado de cerebro antes de
empezar, más fácil te resultará luego conseguir tu propósito.
De vez en cuando me encuentro discutiendo con los que yo llamo
fumadores resueltos. Según mi propia definición, un fumador resuelto es aquel
que económicamente se lo puede permitir, que no cree estar perjudicando su
salud, y al que no le importa el rechazo social. (Ahora ya no queda mucha gente así.)
Si es un hombre joven, le digo: «No me puedo creer que el dinero que gastas en esto no te importe.»
Normalmente se le ilumina la cara. Si le hubiera atacado con argumentos
relacionados con la salud o con el rechazo social, a lo mejor se hubiera sentido
en inferioridad de condiciones, pero el dinero...
«Me lo puedo permitir. Sólo me gasto «equis» pesetas a la semana, y yo
creo que merece la pena. Es el único vicio o placer que tengo, etc.»
Si es una persona que fuma un paquete diario, le digo:
«Todavía me cuesta creer que no te importe el dinero. Te vas a gastar
unos cinco millones de pesetas a lo largo de tu vida. Bien: ¿qué es lo que vas a
hacer con esos cinco millones?
No es como si los quemaras o los tiraras al desagüe; vas a usar este dinero para perjudicar tu salud, destrozar tus nervios, para quitarte confianza en ti mismo, y ser esclavo toda tu vida, para tener los dientes manchados siempre y el aliento maloliente, ¿seguro que estas cosas no
te preocupan?»
En ese momento te das cuenta, sobre todo si el fumador es joven, que él
nunca lo ha considerado como un gasto que le vaya a durar toda la vida. Para la
mayoría, basta con darse cuenta de lo que cuesta un sólo paquete. A veces
calculamos lo que nos gastamos en una semana, y eso es alarmante. Rara vez
calculamos el gasto que supondría en un año (lo que ocurre cuando
contemplamos la posibilidad de dejarlo), y eso ya asusta. Pero calcular lo que
uno se gasta a lo largo de toda su vida, es impensable.
Pero, como estamos discutiendo, el fumador suele decir:
«Me lo puedo permitir. Es sólo tanto a la semana.» Se autoconvence con
el truco del vendedor de enciclopedias.
Entonces le digo:
«Te voy a hacer una oferta que no puedes rechazar. Dame trescientas mil
pesetas ahora, y yo te suministraré gratis todos los cigarrillos que necesites
durante el resto de tu vida.»
Si le ofreciera hacerme responsable de su hipoteca de cinco millones a
cambio de trescientas mil, me haría firmar un papel en el acto, pero ningún
fumador resuelto (y recuerda que estamos hablando de personas que no
piensan dejar de fumar nunca, no de personas como tú, que tienes la intención
de dejarlo) ha aceptado mi oferta. ¿Por qué no?
Llegados a este punto de la conversación, el fumador suele decir: «Mira,
aunque no te lo creas, es verdad que no me preocupa el aspecto económico.»
Si tú también estás pensando algo así, debes preguntarte por qué no te
preocupa. ¿Por qué en otros aspectos de la vida te tomas bastantes molestias
para ahorrar unos cuantos miles aquí y allá, y al mismo tiempo no te importa
gastar millones en envenenarte?
La respuesta a estas preguntas es la siguiente: casi cada vez que tomas
una decisión, pasas primero por un proceso analítico, sopesando los
argumentos a favor y en contra para llegar a una respuesta razonada. Puede
que sea la respuesta incorrecta, pero al menos será el resultado de una
deducción racional. Si un fumador sopesa los pros y los contras del fumar la
respuesta docenas de veces es:
«DEJA DE FUMAR, QUE ESTÁS HACIENDO EL PRIMO.»
Por tanto, los fumadores fuman, no porque quieren o porque lo han decidido racionalmente,
sino porque creen que no pueden dejarlo. Entonces tienen que lavar sus propios
cerebros. Tienen que esconder la cabeza bajo tierra.
Lo curioso es que muchos fumadores organizan pactos entre ellos
diciendo: «El primero que vuelva a fumar paga diez mil pesetas a los demás»,
mientras que no dan importancia a los millones que se ahorrarían si lo dejaran.
Es porque todavía piensan con el cerebro lavado del fumador.
Deja de esconder la cabeza por un momento. El fumar es una reacción en
cadena, una cadena que es para toda la vida. Si no rompes la cadena, seguirás
siendo fumador hasta que te mueras. La cantidad que se vaya a gastar en ese
tiempo variará según la persona, pero vamos a suponer que es de dos millones
de pesetas.
Dentro de poco tomarás la decisión de fumar tu último cigarrillo (todavía
no, por favor, acuérdate de las instrucciones iniciales). Lo único que tendrás que
hacer para seguir siendo no-fumador es no caer otra vez en la trampa, es decir,
no fumar nunca ese primer cigarrillo. Si te lo fumas, ese cigarrillo te enganchará
de nuevo y te costará dos millones.
Si crees que este argumento es un truco, te estás engañando a ti mismo.
Sólo tienes que calcular cuánto te hubieras ahorrado si en tu juventud no
hubieras fumado aquel primer cigarrillo.
Si aceptas mis argumentos, imagínate cómo te sentirías si en el correo de
mañana te llegara un talón de la Lotería Nacional por valor de cinco millones.
¡Bailarías de alegría! Entonces, empieza a bailar. Estás a punto de recibir ese
premio, y es sólo uno de los muchos beneficios que estás a punto de obtener.
Durante el período de la retirada del tabaco, puede que tengas la tentación
de fumarte otro «último cigarrillo». Te ayudará a resistir la tentación el pensar
que ese cigarrillo te costará dos millones de pesetas, o cualquier otra cantidad
que hayas calculado. Llevo años ofreciendo esto en programas de televisión y
radio. Sigue asombrándome que ni un solo fumador haya aceptado mi oferta.
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